SEMANA SANTA 2013
PASIÓN,
MUERTE Y RESURRECIÓN
Planificación
de la Redención
Dios, en las
tres Personas Divinas de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, decretó
desde la eternidad, en común consenso, que el Hijo realizara la Redención. Cuando
llegara la plenitud de los tiempos, por obra del Espíritu Santo, no de hombre, el Hijo
de Dios encarnaría en las entrañas purísimas de una mujer, única, María,
Inmaculada para que fuera Madre de Dios y Corredentora del género humano. Y así sucedió en el tiempo. La Redención empezó el momento de la
concepción. Después continuó con el nacimiento de Jesús nacido virginalmente de
Santa María, asumiendo de ella la naturaleza humana, sin dejar de ser Dios. Por
ser Persona Divina con todos los actos, humanamente divinizados, de su vida
oculta, pública, de pasión muerte y resurrección realizó personalmente la
Redención hasta el día de la Ascensión a los Cielos. Ahora Cristo, resucitado y
glorioso, por medio de la Iglesia está terminando en sus miembros lo que faltó
a la redención de Cristo hasta el fin de
los tiempos. Cuando este mundo se acabe, la Iglesia terrestre se convertirá en
Iglesia celeste de los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra, el fruto de la
Redención: la visión y gozo de Dios en felicidad eterna de Amor.
En Semana
Santa celebramos litúrgicamente los últimos acontecimientos de Jesús en la
tierra sobre los que voy a hacer unas breves reflexiones de cada uno de ellos: Domingo de
Ramos,
Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo.
Domingo de Ramos
El Domingo de
Ramos Jesús entró en Jerusalén triunfalmente pisando el camino que los buenos judíos habían alfombrado con
mantos y ramas cortadas de los árboles gritando: ¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Porque de buena fe estaban equivocados,
convencidos de que Jesús era el Mesías,
que iba a librar a su pueblo, Israel, de la esclavitud de Roma, y por eso lo vitoreaban
con gritos y aplausos de alegría. Había
también otros judíos indiferentes que
contemplaban el acto por simple curiosidad; y no faltaron los judíos malos que vieron
el espectáculo con intenciones diabólicas de matar a Jesús. Esos fueron
aquellos que el Viernes Santo pidieron
a Pilato la libertad para Barrabás,
notable preso, salteador de caminos, y para Jesús de Nazaret la crucifixión,
como nos dice el Evangelio: ¿A quién de
los dos queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías? El
populacho a gritos contestó: a Barrabás. ¿Y
qué haré con Jesús, el rey de los judíos? Ellos gritaron: Crucifícalo.
En este mundo,
los hombres buenos y malos convivimos mezclados de distinta manera. Con todos
tenemos que tratarnos como mínimo con educación y respeto, como hermanos que
somos e hijos de un mismo Padre, incluso con los enemigos.
Jueves Santo
El Jueves
Santo es el gran día en que Jesús instituyó el sacerdocio y la Eucaristía, sacrificio que se ofrece al Padre
por los pecados del mundo, sacramento en el que se convierte el pan y el vino
en el cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento del alma para la vida eterna, eje alrededor del cual gira
toda la vida cristiana y apostólica de la Iglesia. La Eucaristía es la misma
presencia de Jesús glorioso del Cielo, hecho sacramento. Y también celebramos
el precepto del Amor mutuo de unos a otros en distinta calidad como, se dice en
la liturgia de la Santa Misa
Viernes santo
Con su pasión
horripilante, Cristo nos enseñó que el
dolor redime, santifica, y apostoliza en
el Cuerpo Místico de Cristo. El dolor, efecto del pecado original, mal humano,
es gracia necesaria para la salvación, como enseña la Sagrada Escritura.
El hombre en su peregrinación por la tierra
hacia la meta de la vida eterna tiene que llevar la cruz a cuestas hasta la
muerte, como Jesús en siete expresiones distintas: personal, familiar, cultural, laboral, social, política y
circunstancial.
El cristiano
ante la cruz que es desgracia humana,
pero gracia divina para la Redención, no debe adoptar una postura de pasividad, dejando el dolor en manos de
nadie. Es necesario y obligatorio que busque las soluciones que estén en su
mano, y no esperar a que las cosas se arreglen por sí solas o venga la solución
de Dios por un milagro. La rebeldía
es actitud negativa, atea, pagana, racionalista, inútil, y con ella se aumenta el dolor sin solución de
fe ni esperanza. La mejor solución humana y cristiana es aceptar el dolor con paciencia y
resignación cristiana y poner todos los remedios posibles para combatirla o
suprimirla, si es posible. La Palabra de Dios nos dice que “Dios no prueba por encima de nuestras fuerzas”.
Con el dolor aprendemos el conocimiento
propio de nuestro ser y valer, de nuestra debilidad, impotencia, capacidad
limitada, y comprendemos a los que
sufren como nosotros o quizás más, y, como hermanos e hijos de un mismo Padre,
nos unimos a Cristo sufriente, Redentor y a los sufridores de todos los hombres
para corredimir los pecados del mundo, como miembros del Cuerpo Místico de
Cristo y nos ahorrarnos penas del Purgatorio.
Sábado Santo
Jesucristo con
su muerte en la cruz consumó su vida redentora en la tierra, como pórtico de la
Resurrección. La muerte con Cristo no es terminar de vivir, sino cambiar la
vida temporal por la vida eterna de felicidad y gozo. La resurrección de Cristo
es modelo y garantía de la resurrección de todos los muertos al final de todos
los tiempos, Porque Cristo nació, siendo
Dios, el nacimiento humano tiene sentido,
porque Cristo vivió la vida se hace divina, porque Cristo murió, la muerte
tiene precio de gloria, porque Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos con Él, porque en la vida y en la muerte somos del
Señor y para el Señor (Rm
14,8).
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