DOMINGO IV DE CUARESMA
PARÁBOLA
DEL HIJO PRÓDIGO
El hijo menor
El Padre
El hijo mayor
Parábola
del hijo pródigo
La parábola
del hijo pródigo podría llamarse también la parábola del Padre de la misericordia.
Expongo, a modo de cuento didáctico, este hecho literariamente fingido: Un
padre tenía dos hijos, el hijo
menor le pidió la herencia para
marcharse de casa en busca de la libertad y liberarse de la obediencia y de la
disciplina; y el otro, el mayor, estuvo siempre
en obediencia a su padre y en disciplina en la casa puntualmente, pero
era pródigo en el corazón del padre. La moraleja de esta parábola es la
misericordia infinita de Dios para con todos los hombres, sus hijos, y la
ingratitud de los hijos con su padre.
Dejando
aparcada la historia que todos sabemos
de memoria, voy a hacer algunas reflexiones espirituales sobre los tres
personajes de la parábola: el hijo
menor, el padre y el hijo mayor.
El hijo menor
El hijo menor,
harto de la obediencia al padre y de la disciplina de la casa pidió a su padre
la herencia, que no le correspondía por derecho, pues la herencia se recibe por
voluntad del padre o defunción, y se marchó de casa para buscar la libertad a
un País lejano. Y el resultado fue que encontró la tiranía de los vicios, el
abandono de los amigos, la pobreza, el hambre y la esclavitud de su vida.
El hijo
pródigo después de haber malgastado su herencia en juergas, vicios, pecados y
mujeres libertinas, examinó detenidamente su penosa situación, y entre
tentaciones y luchas interiores de vergüenza y confianza en su padre, decidió
ponerse en camino a su casa; y sucedió que antes de llegar a su casa, se
encontró con la sorpresa de que su padre
lo estaba esperando siempre con los brazos abiertos; y al verlo el padre
se echó al cuello de su hijo y le cubrió de besos,
mientras que él, llorando a lágrima viva, le confesó su mala vida pecaminosa,
le pidió perdón por sus pecados y un puesto de trabajo, en calidad de criado, y no de hijo. El padre lo llevó a su casa, mandó vestirlo con
ropa de lujo, ponerle el anillo de hijo de la Casa señorial y celebró una
fiesta con un banquete amenizado con música a bombo y platillo.
En el hijo
menor están simbolizados los cristianos que estuvieron un tiempo en la Iglesia
con paz y a bien con Dios en obediencia
amorosa y disciplina sacrificada, abandonaron
la Iglesia, y se marcharon al mundo a buscar la libertad, y lo que encontraron
fue la degradación de la vida, la esclavitud del pecado y de sus pasiones, la
pobreza y miseria; y luego arrepentidos retornaron a Dios a la casa del Padre.
Muchas veces
Dios permite que los pecadores se hundan en la miseria y en el pecado para que
estos males sean ocasiones providenciales para recuperar la amistad con Dios,
por aquello de que “no hay mal que
por bien no venga.”
El padre
La figura del
padre es un personaje excepcional, único, ideal, no real, que no existe en el
mundo. Representa a Dios, Padre, que no
tiene parangón. Adopta con sus dos hijos,
un comportamiento que nadie hace:
- Reparte la
hacienda entre los dos hijos (Lc 15,12) simplemente
porque se la pidió el hijo menor para irse de casa a derrochar su fortuna en vicios y
pecados;
- recibe a su hijo como a un hijo bueno, lo
perdona, y manda revestirlo con ropa señorial y anillo de hijo de la casa, y
manda celebrar un gran banquete con música por todo lo alto, porque su hijo
había muerto y resucitado;
- hizo ver a
su hijo mayor, que le pasó la factura por los servicios prestados en la casa, que
la envidia es mala cizaña para la familia, pues la vuelta de su hermano perdido debe ser motivo de
alegría para todos, porque él, estando en la casa del padre, tenía todo lo suyo
era para él, en cambio su hermano estaba muerto y había resucitado.
El hijo mayor
Cuando el hijo
mayor regresaba del campo y se acercaba a su casa, al enterarse de la fiesta
que había organizado su padre porque había vuelto el hijo de su padre, al que
no llamaba hermano, se enfadó con él y no quería entrar en casa. Pero el padre
salió a su encuentro, le hizo los razonamientos oportunos, y le persuadió a que
entrara en casa. Pero el hijo mayor,
muerto de envidia, dio a su padre las quejas: “Estoy siempre en tu casa sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca
me diste un cabrito para divertirme con mis amigos” (Lc 15,29). En cambio,
cuando ha vuelto ese hijo tuyo, no mi
hermano, después de haber derrochado tu fortuna pecando con mujeres,
premias su vuelta y celebras una fiesta. Pero el padre le hizo los
razonamientos: Deberías alegrarte porque tú siempre has estado conmigo, y todo
lo mío es tuyo, en cambio, tu hermano estaba perdido y lo hemos
recuperado.
En el hijo
mayor están representados los cristianos practicantes y religiosos que simplemente cumplen las
leyes de la Iglesia, por rutina, costumbre, tibieza, pero sin amor a los hermanos, pues el cristiano que no ama ni perdona al
hermano es un pródigo en el corazón de Dios, Padre. Los males que les suceden a los pecadores,
buenos, pero débiles, son vehículos para
encontrarse con Dios en paz, corregir su vida, y santificase. Porque Dios es
Padre, que perdona todos los pecados
arrepentidos de sus hijos, por graves que sean, como si nada hubiera pasado y
celebra una fiesta con música celestial.
Cuando nos
presentemos ante el Señor para dar cuenta de nuestra vida, todo será una
sorpresa agradable, porque los pecados no serán estrictamente como los enseña
como ciencia la Moral Católica al pie de la letra, ni juzgan ni piensan los
hombres, porque Dios, Padre, evaluará los pecados de los hombres, sus hijos con su infinita misericordia, incluso a los que hacen el mal con rectitud de
conciencia, creyendo que es un bien, aunque moralmente estén equivocados.
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