sábado, 9 de marzo de 2013


DOMINGO IV DE CUARESMA
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

El hijo menor
            El Padre
El hijo mayor

Parábola del hijo pródigo
La parábola del hijo pródigo podría llamarse también la parábola del Padre de la misericordia. Expongo, a modo de cuento didáctico, este hecho literariamente fingido: Un padre tenía dos hijos,  el hijo menor  le pidió la herencia para marcharse de casa en busca de la libertad y liberarse de la obediencia y de la disciplina; y el otro, el mayor, estuvo siempre  en obediencia a su padre y en disciplina en la casa puntualmente, pero era pródigo en el corazón del padre. La moraleja de esta parábola es la misericordia infinita de Dios para con todos los hombres, sus hijos, y la ingratitud de los hijos  con su padre.
Dejando aparcada  la historia que todos sabemos de memoria, voy a hacer algunas reflexiones espirituales sobre los tres personajes de la parábola: el hijo menor, el padre y el hijo mayor.

El hijo menor
El hijo menor, harto de la obediencia al padre y de la disciplina de la casa pidió a su padre la herencia, que no le correspondía por derecho, pues la herencia se recibe por voluntad del padre o defunción, y se marchó de casa para buscar la libertad a un País lejano. Y el resultado fue que encontró la tiranía de los vicios, el abandono de los amigos, la pobreza, el hambre y la esclavitud de su vida.
El hijo pródigo después de haber malgastado su herencia en juergas, vicios, pecados y mujeres libertinas, examinó detenidamente su penosa situación, y entre tentaciones y luchas interiores de vergüenza y confianza en su padre, decidió ponerse en camino a su casa; y sucedió que antes de llegar a su casa, se encontró  con la sorpresa de que su padre lo estaba esperando siempre con los brazos abiertos; y al verlo  el padre  se echó  al cuello de su hijo y le cubrió de besos, mientras que él, llorando a lágrima viva, le confesó su mala vida pecaminosa, le pidió perdón por sus pecados y un puesto de trabajo, en calidad de criado, y no de hijo. El  padre lo llevó a su casa, mandó vestirlo con ropa de lujo, ponerle el anillo de hijo de la Casa señorial y celebró una fiesta con un banquete amenizado con música a bombo y platillo.
En el hijo menor están simbolizados los cristianos que estuvieron un tiempo en la Iglesia con paz y a bien con Dios  en obediencia amorosa y disciplina sacrificada, abandonaron  la Iglesia, y se marcharon al mundo a buscar la libertad, y lo que encontraron fue la degradación de la vida, la esclavitud del pecado y de sus pasiones, la pobreza y miseria; y luego arrepentidos retornaron a Dios a la  casa del Padre.
Muchas veces Dios permite que los pecadores se hundan en la miseria y en el pecado para que estos males sean ocasiones providenciales para recuperar la amistad con  Dios,  por aquello de que “no hay mal que por bien no venga.”

El padre
La figura del padre es un personaje excepcional, único, ideal, no real, que no existe en el mundo.  Representa a Dios, Padre, que no tiene parangón. Adopta con sus dos hijos,  un comportamiento que nadie hace:
- Reparte la hacienda entre los dos hijos (Lc 15,12) simplemente porque se la pidió el hijo menor para irse de casa  a derrochar su fortuna en vicios y pecados; 
-  recibe a su hijo como a un hijo bueno, lo perdona, y manda revestirlo con ropa señorial y anillo de hijo de la casa, y manda celebrar un gran banquete con música por todo lo alto, porque su hijo había muerto y  resucitado;  
- hizo ver a su hijo mayor, que le pasó la factura por los servicios prestados en la casa, que la envidia es mala cizaña para la familia, pues la vuelta  de su hermano perdido debe ser motivo de alegría para todos, porque él, estando en la casa del padre, tenía todo lo suyo era para él, en cambio su hermano estaba muerto y había resucitado.

El hijo mayor
Cuando el hijo mayor regresaba del campo y se acercaba a su casa, al enterarse de la fiesta que había organizado su padre porque había vuelto el hijo de su padre, al que no llamaba hermano, se enfadó con él y no quería entrar en casa. Pero el padre salió a su encuentro, le hizo los razonamientos oportunos, y le persuadió a que entrara en casa.  Pero el hijo mayor, muerto de envidia, dio a su padre las quejas: “Estoy siempre en tu casa sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para divertirme con mis amigos” (Lc 15,29). En cambio, cuando ha vuelto ese hijo tuyo, no mi hermano, después de haber derrochado tu fortuna pecando con mujeres, premias su vuelta y celebras una fiesta. Pero el padre le hizo los razonamientos: Deberías alegrarte porque tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo, en cambio, tu hermano estaba perdido y lo hemos recuperado. 
En el hijo mayor están representados los cristianos practicantes  y religiosos que simplemente cumplen las leyes de la Iglesia, por rutina, costumbre, tibieza,  pero sin amor a los hermanos,  pues el cristiano que no ama ni perdona al hermano es un pródigo en el corazón de Dios, Padre. Los  males que les suceden a los pecadores, buenos, pero débiles, son  vehículos para encontrarse con Dios en paz, corregir su vida, y santificase. Porque Dios es Padre, que perdona todos los  pecados arrepentidos de sus hijos, por graves que sean, como si nada hubiera pasado y celebra una fiesta con música celestial.
Cuando nos presentemos ante el Señor para dar cuenta de nuestra vida, todo será una sorpresa agradable, porque los pecados no serán estrictamente como los enseña como ciencia la Moral Católica al pie de la letra, ni juzgan ni piensan los hombres, porque Dios, Padre,  evaluará los pecados de los hombres, sus hijos con su infinita misericordia, incluso a los que hacen el mal  con rectitud de conciencia, creyendo que es un bien, aunque moralmente estén equivocados.






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