“Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor”
Paciencia
El apóstol Santiago nos
habla de la virtud de la paciencia y nos la propone en la segunda lectura de la
liturgia de la Palabra en este domingo del ciclo A.
La paciencia es
una parte fundamental de la virtud cardinal de la fortaleza, muy necesaria para
la vida humana y cristiana, porque el trato con los demás nos ofrece muchas
oportunidades para ejercitar esta santa virtud, porque siempre vivimos en
comunidad familiar, laboral, amistosa, vecinal y circunstancial.
En la familia todos
somos de un mismo vientre y cada uno diferente por naturaleza y
personalidad; diferentes en la manera de ser, pensar, obrar: diferentes
en gustos, caprichos, incluso en ejercer las virtudes. También son
diferentes los miembros de una misma familia religiosamente consagrada con un
mismo carisma por la convivencia Esto supone dificultades, sacrificios y
roces en el trato que hacen sufrir y también facilitan oportunidades para
santificación.
Son incontables los
sufrimientos que acarrea la convivencia laboral por las
injusticias que se cometen en el trabajo y favoritismos arbitrarios que
suceden. Cuando la familia laboral se utiliza para el egoísmo
causa y ocasiona contrariedades, disgustos y también medios para ejercitar la
virtud de la paciencia.
En el trato o amistad con
los vecinos que buscan el bien personal, y no el comunitario, existen
circunstancias, a veces tontas, por la manera de ser y egoísmos que hacen
surgir oportunidades múltiples para ejercitar la paciencia.
La paciencia es buena y
santificadora cuando se aprovechan las penitencias circunstanciales del
frío, del calor e imprevistos que ocurren inesperadamente, que ponen a prueba
la paciencia. Si de todas maneras hay que sufrir inevitablemente muchas veces,
estas contrariedades, mejor es aguantarlas con paciencia, porque con ellas se
merece Cielo, y sin ella se sufre tontamente.
Ventajas del ejercicio de la
virtud de la paciencia
-
Aceptación de la voluntad de Dios
El ejercicio de la paciencia,
como norma de santidad, ayuda a aceptar la voluntad de Dios en las cosas
que no se quieren, molestan y ofenden como medios de santificación,
imitando a Jesús que tantas veces sufrió muchos males para redimirnos, por parte
de los partidos políticos y religiosos hasta el extremo de ser azotado,
coronado de espinas y crucificado, siendo inocente, pena reservada a los más
facinerosos de su tiempo.
-
Reparación de nuestros pecados
El fin por el que Jesús sufrió
tantos e inimaginables sufrimientos con extrema paciencia, sobrehumana, divina,
fue la redención de todos los hombres, símbolo de los que sufren con paciencia
redimiendo y santificando a los hombres en el mundo.
-
Imitación de la paciencia de Jesús y de su Madre, Santa María de los Dolores y de la Soledad
La actitud paciente de Jesús y
de su Madre, la Virgen de los Dolores, ante el dolor, redimiendo y
corredimiendo respectivamente, a la Humanidad es modelo vivo de paciencia para
los que sufren. Porque la paciencia en el dolor comunitariamente corredime y
santifica a todos los hombres de la Iglesia.
A la virtud de la paciencia se
opone el defecto de la impaciencia que se manifiesta con quejas, murmuraciones,
desesperación. Es inútil sufrir en balde, sin utilidad, mientras que la paciencia
en el sufrimiento reporta consuelo y esperanza de la vida eterna.
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