Inmaculada, fundamento de la Mariología
María ideada por Dios, tenía que ser una mujer única,
excepcional, Virgen, ornamentada de todas las virtudes y dones del Espíritu
Santo, íntimamente unida a su Hijo Redentor, como Corredentora, modelo y
primicia de todos los creyentes; y terminado el curso de su vida en la Tierra,
resucitada, gloriosa en los Cielos, y con Cristo Rey, Reina y Señora de
todo lo creado.
La palabra Inmaculada en su sentido teológico
significa no manchada del pecado original ni personal. María, por gracia
y un privilegio excepcional y único de Dios omnipotente, en
atención a los méritos previstos de Jesucristo Redentor, fue preservada de
culpa original en el primer instante de su concepción. En las palabras con que
el arcángel San Gabriel saludó a María, “llena de gracia”, se entiende que
tenía la plenitud de gracias que necesitaba para cumplir su misión en la
Tierra: Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Corredentora del género humano. En
este calificativo estaban incluidas todas las virtudes y la total y plena
posesión de los dones del Espíritu Santo en su máxima perfección creada.
Inmaculada no significa sólo ni principalmente Pura, aunque también, sino más
bien Santísima en su dimensión total.
Historia de la Inmaculada
La Inmaculada Concepción de María ha sido siempre una constante creencia en la
historia de la Iglesia. En los primeros siglos hasta el Concilio de Éfeso (año
431) se la veneraba especialmente con los calificativos de santa, inocente,
purísima, intacta, incorruptible, inmaculada en sentido de santidad única
y especial. Esta fe popular en la Inmaculada se fue extendiendo poco a poco
hasta el siglo VIII, época en que se empezó a celebrar una fiesta especial en
su honor en algunas Iglesias de Oriente, después en Inglaterra, España, Francia
y Alemania.
Las grandes controversias surgieron
en los siglos XII-XIV en los que San Bernardo, San Anselmo, y los grandes
teólogos escolásticos, como San Buenaventura, San Alberto Magno, incluso Santo
Tomás de Aquino, pusieron en duda la Inmaculada de María, por la dificultad de
conciliar el dogma de la redención universal de todos los hombres con la
Inmaculada concepción de María, que como ser humano, descendiente de Adán,
lógicamente debería contraer el pecado original y ser redimida por Cristo. Por
fin, el Papa Pío IX, teniendo en cuenta la revelación de la Tradición de la
Iglesia, el 8 de Diciembre de 1854 definió como dogma de fe la Inmaculada
Concepción de la Virgen con estas palabras: “La beatísima Virgen María,
en el primer instante de su concepción, por gracia y privilegio singular de Dios
omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género
humano, fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original”.
Los teólogos desde
entonces solucionan la aparente contradicción de la Inmaculada, sin
pecado, con la redención de todos los hombres, diciendo que María fue redimida
del pecado por Cristo con una redención preventiva, impidiendo que
contrajera el pecado original. Porque fue creada por Dios Inmaculada para ser
Madre de Dios y de todos los hombres, Virgen y Corredentora del género humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario