“Yo
soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá”
(Jn
11,25)
Según
el dogma de la Iglesia Católica Jesús es verdadero Dios y verdadero
hombre, Persona Divina y Naturaleza humana. Como hombre, hacía todo
lo que puede hacer el hombre, menos el pecado, el error, la mentira y
el mal; y, como Dios, todo lo que Él solo puede hacer: Dios
humanizado o encarnado.
El
Evangelio de hoy nos cuenta la amistad especial, única, que tenía
Jesús con una familia de Betania, compuesta por tres hermanos de
condición social alta y judíos, profundamente religiosos: Lázaro,
Marta y María.
Sucedió
que Lázaro cayó enfermo estando Jesús ausente. Marta y María se
vieron obligadas a enviar a unos mensajeros para hacerle llegar la
noticia de que su amigo Lázaro estaba enfermo. Cuando Jesús llegó
a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Marta salió de
casa, y después de muchas búsquedas, azarosa, consiguió encontrar
a Jesús. Y cuando lo vio le dijo en tono apenado: Señor, si
hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto. Jesús le
contestó: Tu hermano resucitará María. Ella le respondió: Sé que
resucitará en la resurrección del último día
Jesús
le contestó: “Yo
soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá” (Jn
11,25)
El
que tiene fe, cree firmemente, y vive en consecuencia, aunque muera,
vive siempre de muchas maneras, porque Cristo es Camino, Verdad y
Vida.
Camino
único
y exclusivo para llegar al Padre y gozar en plenitud de la eternidad
de la Santísima Trinidad. Otros caminos que no sean Cristo son
sendas o veredas que desvían del Camino verdadero.
Cristo
es la Verdad eterna. Todo
lo que no es Cristo es verdad minúscula, terrena, caduca o mentira.
Las verdades de este mundo son participaciones analógicas de la
verdad de Cristo.
Cristo
es la Vida en
esencia, vivencia, presencia y potencia, verdad eterna, causa de
todas las cosas. Es Resurrección,
vuelta a la vida para quien muere en el cuerpo con fe en la VIDA
ETERNA.
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