Como respuesta a la primera
lectura, todos juntos hemos proclamado a Dios Padre: ¡Señor, tu misericordia es
eterna!.
Vamos a hacer unas breves
reflexiones en torno a esta frase que no se puede entender sin fe, porque
realmente Dios es infinitamente misericordioso como nos dice la Palabra de
Dios, pero humanamente no lo parece siempre.
Misericordia es una palabra
compuesta de dos palabras, latinas: miserum y cor, que quieren decir miseria y
corazón. Misericordia, por tanto, significa tener un corazón que se compadece
de las miserias de los hombres, propias de uno mismo o de los demás; y no
implica tratar de solucionarlas porque no siempre esto está en las manos del
hombre.
Realmente si analizamos la misericodia de Dios respecto a las miserias de los hombres, parece que lo razonable sería que, Dios, bueno y misericordioso, se apiadara de nuestros males y los medediara, porque todo lo puedo. Sin embargo, no siempre es así, por tanto, juzgando las cosas como humanamente nos parce, Dios no parece misericordioso. Vamos a explicar este misterio con argumento de fe.
Es evidente que en el mundo hay
miserias materiales en la Tierra, catástrofes naturales, como por ejemplo
volcanes, aluviones, inundaciones, terremotos, huracanes, que causan muchas
importantes y graves miserias en los hombres y para los hombres. Estas miserias
provienen de la Naturaleza y la Naturaleza está creada y gobernada por Dios.
¿De quién dependen estas miserias? ¿Dónde está la misericordia de Dios para los
hombres que padecen estas miserias?.
Hay otro tipo de miserias, que los
hombres padecen en el cuerpo, como por ejemplo, dolores, enfermedades físicas,
hambre. ¿Por qué tantos niños nacen con
enfermedades, y tantísimos padecen hambre en el mundo? Podemos
preguntarnos como se pregunta la gente que no tiene fe: ¿Dónde está la
misericordia de Dios para con sus hijos, a quienes manda o permite tantos
males?
Es verdad que directamente muchas
desgracias humanas: hambre, esclavitud, violencia, secuestros, terrorismo…
Dependen de la mala administración de los poderes públicos y de la malicia de
los hombres, pero hay males corporales que sólo dependen de Dios, como es la
enfermedad y la muerte natural. Se
puede decir, ¿no es Dios, Padre Todopoderoso? ¿Por qué permite o quiere tantas
miserias? ¿Cómo se concilia Dios misericordioso, que decimos que es Padre, con
las miserias que padecen los hombres, que somos sus hijos?
Es verdad que Dios deja a los
hombres que obren según su libertad, que puede ser mala en muchos hombres
perversos. Pero podemos preguntarnos ¿Dónde está la misericordia de Dios para
tantas desgracias humanas, que dependen de ËL, que puede remediarlas, y no las
remedia, y tantas y tantas otras
desgracias graves e importantes, que dependen de los hombres, puede impedirlas,
y no lo hace?.
Hay otro tipo de males que podemos
decir del espíritu, enfermedades psíquicas. ¡Cuántas personas nacen
psiquicamente desequilibradas! ¡Cuántas personas contraen enfermedades
psiquiátricas en el decurso de la vida por causas conocidas o desconocidas¡
¡Cuántos matrimonios rotos, hijos y padres en desequilibrio mental! ¡Cuántos
casos, podríamos contar cada uno de nosotros, de personas que sufren sin
remedio por distintos e inexplicables motivos!. Por eso no es extraño que nos
preguntemos: ¿Dónde está la misericordia de Dios, que es Padre, para millares
de personas que viven angustiadas sufriendo hasta la locura? Eso se preguntan
los que no tienen fe, pero también
nosotros que la tenemos nos hacemos los mismos interrogantes, aunque con la
conformidad de que Dios obra siempre el bien, sabiendo que es un bien
misterioso con apariencia de mal.
¡Y qué decimos de tantas miserias
de pecados que existen en el mundo!. No hay nada más que echar un vistazo a
nuestro alrededor para comprobar la malicia de los hombres. ¡Cuántos y cuántos
pecados y de cuántas clases! ¿No decimos que la misericordia de Dios es eterna?
¿Por qué permite que existan tantos y tan malos hombres en el mundo, si puede
quitarles la vida? ¿Por qué no lo hace?
A todos estos interrogantes que se
formula el hombre, el Concilio Vaticano II dice en sus documento Gaudium et
spes que la respuesta está en la fe en Cristo, que, siendo Dios, si hizo
hombre, vivió, padeció, murió y resucitó para salvar a los hombres de la muerte
eterna. Expliquemos un poco esto.
Dios es padre, y quiere el bien
supremo y último de todos los hombres, que es la salvación eterna, en el cielo,
visión eterna de Dios y gozo para siempre. Pero el bien supremo necesita muchas
veces males temporales como medio, necesarios para conseguir la felicidad
eterna. Porque el mal temporal tiene razón de bien eterno.
Dios no quiere ni permite males en
sí mismos, males por males, sino males de los que nos vienen bienes, como dice el refrán castellano: “No
hay mal que por bien no venga”. A los ojos de Dios, ¿qué el mal, que es el
bien?. El mal es el que nos perjudica para nuestra salvación, que tiene su
última razón en sí mismo y en su fin supremo, pero no es mal el que tiene razón
de medio temporal, circunstancial, pero en su fin es un bien, porque nos
conduce a la salvación eterna; y el bien es aquel que en su propia naturaleza
nos induce a la salvación que es el bien eterno al que aspira al hombre. El
bien y el mal, en sentido teológico, no están establecidos por la razón humana,
ni por el consenso de los filósofos del tiempo, ni por votación de acuerdo de
mayoría de votos de un parlamento democrático.
El bien y el mal están insinuados
en la conciencia del hombre con dos principios generales, que constituyen la
ley moral natural: hacer el bien y evitar el mal. Están explicados por los diez
mandamientos de la ley de Dios, ley divina, y resumidos por Cristo en el
Evangelio, ley evangélica: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como
a uno mismo. Y el modo con que hay que entender la ley natural, la ley divina y
la ley evangélica está enseñado por el magisterio auténtico y perenne de la
Iglesia.
La misericordia de Dios es eterna,
hemos proclamado en el salmo responsorial. ¿Cómo decimos que es eterna, si el
mal es temporal y circunstancial? La misericordia no existió siempre ni
existirá siempre. ¿Por qué se dice que es eterna?.
La misericordia de Dios empezó con
el pecado del hombre y terminará con el pecado del hombre al fin de los
tiempos. Cuando el mundo se acabe, ya no existirán en el mundo pecado ni
misericordia, sino gozo supremo en el cielo, que es el fruto de la misericordia
convertida en gozo de Dios para siempre. La misericordia tiene un doble
sentido: misericordia, mientras exista la miseria, y misericordia cuando se
haya convertido en gloria de Cielo. Luego es eterna. Por eso dice la Sagrada Escritura: “Cantaré eternamente las
misericordias del Señor”.
En consecuencia Dios tiene
misericordia no remediando los males que manda o permite, porque no son males
absolutos, sino relativos, y el quererlos o permitirlos es signo de
misericordia divina, que no se conoce, pero que es, y no la misericordia
humana, que no es misericordia, sino un mal que ni siquiera se vislumbra. Y la
misericordia divina es eterna, porque en el mal Dios está queriendo el bien
último y el mal eternamente queda convertido en gracia gloriosa. El cielo es,
en definitiva, la misericordia de Dios que tuvo en el tiempo la apariencia de
un mal temporal y la misericordia, hecha visión y gozo de Dios, eternamente.
Hermanos, pidamos al Señor,
especialmente por todos los que padecen miserias, desgracias tremendas, para
que el Dios, dador de todo bien, les haga entender lo que significa que la misericordia de Dios es eterna.
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