Intentaré exponer el tema CUARESMA con
cierta lógica coordinada en cuatro puntos: Origen, estructura,
naturaleza, temario: oración y penitencia.
Origen
Desde los primeros siglos del cristianismo se observó
en la Iglesia la práctica de la oración y penitencia en todo tiempo, como una
norma evangélica de vida cristiana. En el seno de las primeras comunidades
cristianas fue extendiéndose progresivamente el espíritu cuaresmal de oración y
penitencia, observándose prácticas que dictaban los obispos para los fieles de
sus diócesis. No se sabe cuándo ni cómo surgió la Cuaresma propiamente dicha
para todos los fieles de la Iglesia universal. Las primeras alusiones
directas aparecieron en Oriente, a principios del siglo IV, y en
Occidente a fines del mismo siglo, según los expertos historiadores de la
Liturgia. A lo largo de la Historia de la Iglesia se fue configurando el
año litúrgico, dando primordial importancia, como tiempos fuertes de oración y
penitencia, al Adviento, como preparación al nacimiento de Jesús, y a la
Cuaresma, como preparación intensiva para la Pascua de Resurrección.
Desde hace siglos, la Iglesia ha ido cambiando
la celebración de la Cuaresma, quedando sustancialmente estructurada desde hace
tiempo como la de hoy con variantes accidentales, adaptadas a los tiempos.
Estructura
La Cuaresma empieza el miércoles de Ceniza y
termina justo antes de la “Misa del Señor” en la tarde del Jueves Santo.
La ceremonia del miércoles de ceniza se celebra dentro
de la celebración de la Eucaristía con la imposición de ceniza, elaborada de la
quema de los ramos del domingo de Ramos del año anterior. Significa el origen
del hombre y su fin: polvo, y la caducidad de su vida. La impone el
celebrante sobre la cabeza o frente de los fieles con estas palabras: “Conviértete
y cree en el Evangelio o Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”.
El tiempo de Cuaresma es de cuarenta días. Está figurada en varias referencias bíblicas: en los cuarenta días que duró el diluvio, en los cuarenta años que duró la travesía del pueblo de Dios desde Egipto a Palestina, la tierra prometida y, sobre todo, en la cuarentena que Jesús pasó en el desierto en ayuno y penitencia preparándose para la vida pública. Comprende seis domingos, contando el domingo de Ramos.
Naturaleza
La Cuaresma ha tenido siempre en la Iglesia un
carácter especialmente bautismal de penitencia, porque es una Comunidad
bautismal-penitencial-eclesial. Los cristianos de los primeros siglos se
bautizaban en cuaresma, se acercaban al sacramento de la Penitencia, y los
grandes pecadores, apartados de la Iglesia por sus pecados graves, eran
reinsertados a ella por el sacramento del perdón, principalmente en la
Vigilia Pascual.
El tema central de la Cuaresma es la
conversión de todos los fieles: la de los pecadores a la vida de
gracia, la de los buenos a la vida de la santidad, y la de los santos a
una santidad en la mayor perfección posible, porque todos los cristianos
tenemos que convertirnos.
El Concilio Vaticano II ha estructurado la Cuaresma
como un tiempo especial de oración, de intensa escucha de la Palabra de
Dios y penitencia, con una orientación pascual-bautismal (SC 109). Es
el tiempo de una experiencia oficial en el misterio pascual de Cristo: “Padecemos
juntamente con Él, para ser también juntamente glorificados” (Rm 8,17).
Podríamos decir que es para toda la Iglesia como unos ejercicios
espirituales intensivos de cuarenta días en los que los fieles imitan el
ejemplo de Cristo en toda su vida, principalmente en su pasión y muerte, para
celebrar la Pascua de Resurrección, con miras a nuestra resurrección al final
de los tiempos.
La cuarentena penitencial es un tiempo especial para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las privaciones voluntarias (ayuno, limosna, comunicación cristiana de bienes, obras caritativas y misioneras) (Cat 1438) y las peregrinaciones, como signo de penitencia. Se recomiendan reuniones de oración, celebraciones de la Eucaristía, del sacramento de la Confesión y celebraciones de la Palabra, la práctica de la penitencia o mortificación con equilibrio y el ejercicio voluntario del sacrificio en todas las ocasiones de la vida ordinaria. Es decir, la cuaresma para un cristiano es un tiempo de gracia en el que tiene que empeñarse en que toda su vida sea orante y operativa con especial intensidad que en otros tiempos litúrgicos. Enunciamos las penitencias que se deben observar siempre, pero especialmente en Cuaresma, por mandato de la Iglesia.
Penitencias obligadas
La primera penitencia obligada para todo cristiano es
cumplir la ley penitencial que manda la Iglesia:
“En la Iglesia universal son días y tiempos
penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma (c
1250).
Actualmente el ayuno y la abstinencia se guardarán
solamente el miércoles de Ceniza y el viernes Santo.
El ayuno obliga a todos los cristianos mayores de edad
(18 años) hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve (c 1252).
La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido
catorce años.
La abstinencia de carne se puede cambiar en los demás
viernes del año por un acto de piedad, de caridad o limosna, pero no en los
viernes de Cuaresma. La penitencia de abstención de carne es principalmente la
obediencia a la Iglesia, más que no comer carne.
Además es muy buena, y en cierta manera necesaria, la penitencia libre del sacrificio voluntario de aprovechar todas las ocasiones imprevistas que se presenten, incluso buscarlas, para ofrecer a Dios pequeñas penitencias, que valen mucho para reparar los pecados propios y ajenos, santificarse y santificar a todos los miembros de Cuerpo Místico de la Iglesia. Las penitencias importantes no se deben usar sin el consejo del confesor, o como esté establecido en las reglas o constituciones de un Instituto u obra aprobada por la Iglesia.
Principales penitencias
Voy a enumerar sin
explicación alguna las principales penitencias que causan paz, felicidad en la
Tierra y garantizan el Cielo:
- Recibir con frecuencia el sacramento de la Penitencia
- El cumplimiento del deber.
- La aceptación total de sí mismo en la carencia o limitación de las cualidades;
- La humillación de los propios pecados que se repiten.
- La renuncia constante a la propia voluntad caprichosa.
- La guerra declarada al egoísmo.
- El sacrificio costoso de la convivencia familiar, laboral, social y amistosa.
- La aceptación de todos los acontecimientos que suceden y no se pueden remediar.
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