Los conceptos humanos no pueden aplicarse en sentido literal a las realidades divinas, sino en sentido metafórico o acomodaticio. Por consiguiente cuando decimos Cristo Rey no tiene el mismo sentido que el de el rey de una nación.
¿Por qué decimos que Cristo es Rey?
Por dos razones principales: porque Cristo es Dios y es Redentor de todos los hombres. Por ser Dios, es Creador de todas las cosas, y, por consiguiente, dueño y señor de todo, rey, que tiene dominio total y universal sobre toda la creación visible e invisible que gobierna con omnipotente sabiduría y bondad misteriosa: y, por ser Redentor, gobierna por medio de la Iglesia a todos los hombres a quienes redimió con su sangre divina para la salvación eterna.
Alguien
ha dicho que en los tiempos actuales no conviene utilizar el título de Cristo
Rey, porque la gente lo identifica con un partido político extremista en ideas
y acciones, que lleva este nombre: Guerrilleros
de Cristo Rey. Pero esta propuesta es antibíblica. Este apelativo está
inspirado en la Biblia y no puede sustituirse, sino explicarse en el sentido
espiritual y místico que le corresponde.
Si
Cristo es Rey es porque tiene un Reino. ¿Cuál es el Reino de Cristo?
El
reino de Cristo Rey es distinto a todos los reinos del mundo en su naturaleza,
composición, gobierno y fines. Es el misterio de la Iglesia. Realidad
sobrenatural humanamente inconcebible, que puede estructurarse en ocho etapas
sucesivas:
Dios, después de la creación de los ángeles, seres espirituales celestes que formarían parte integrante de la Iglesia, preparó el lugar donde se iba a desarrollar la Historia de la Iglesia, creando el maravilloso mundo en que vivimos, escenario del gran misterio de la Redención.
Creó luego al hombre en estado de gracia, elevado al orden sobrenatural y con los privilegios de la integridad, sin la concupiscencia pecaminosa, impasiblidad, libre de la muerte “El Padre eterno creó el mundo por
una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Pero el
hombre pecó y perdió la gracia y los dones que
Dios le había regalado.
Entonces Dios le perdonó y decidió elevar a
todos los hombres a la participación de la vida divina en su Hijo "y
dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta
“familia de Dios” se constituye y realiza a lo largo de las etapas de la historia
humana, según las disposiciones del Padre.
Por consiguiente, el reino de Cristo o la
Iglesia fue “prefigurada” ya desde el origen del mundo y preparada
maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza:
se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu,
y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos (LG 2: Cat 759).
En un sentido amplio la Iglesia empezó a existir en el mismo momento en que el hombre cometió el pecado original y se le anunció la venida del Redentor, Jesucristo, con estas palabras: “Pongo hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: ella herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón” (Gén 3,15). Es, por así decirlo, la reacción de Dios al caos provocado por el pecado (Cat 761).
4ª PREPARACIÓN
Se empezó a preparar con la vocación de Abrahán y la elección de Israel como Pueblo de Dios (Gn 12, 2; 15, 5-6). Durante siglos, a lo largo de la historia del pueblo de Israel, Dios fue anunciando en el Antiguo Testamento la Buena noticia en las Escrituras (LG 5), es decir la llegada del Reino de Dios. Primero lo hizo por medio de los patriarcas y después por los profetas, hasta que llegó la plenitud de los tiempos con el nacimiento de Jesús.
Cristo, durante su vida pública, fue formando la estructura de la Iglesia empezando por la elección del Colegio Apostólico con Pedro a la cabeza.
Promulgó, luego las Bienaventuranzas en el
sermón de la Montaña, que son la Constitución esencial de la Iglesia: y con su
Palabra, explicada principalmente en parábolas, y la realización de milagros
probó su condición de Hijo de Dios, Mesías, Redentor de todos los hombres.
Instruyó a sus Apóstoles sobre los secretos fundamentales del misterio de la Iglesia, y luego, antes de subir a los Cielos, les encomendó la misma misión que Él recibió del Padre: “Como el Padre me ha enviado, os envío yo también” (Jn 20,21), y por fín les confirió plenos poderes para anunciar el Evangelio: santificar la Iglesia y gobernarla hasta el fin de los tiempos con la garantía de su presencia: “Se me ha dado plena autoridad en el Cielo y en la Tierra. Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos, consagradlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a guardar todo lo que he mandado: mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo” (Mt 28,18-20).
“La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, humildad y renuncia, recibió la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios” (LG 5)
7ª CONSTITUCIÓN
“Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la Tierra, envió al Espíritu Santo, el día de Pentecostés, para que santificara continuamente a la Iglesia, la constituyera y la dirigiera con diversos dones jerárquicos y carismáticos”. (LG 4).
8ª CONSUMACIÓN
- visible y espiritual, visible en su estructura, organización, funcionamiento, ministerios, miembros, organismos, edificios, obras, signos sacramentales ...; y, a la vez, es espiritual: comunidad de fe, esperanza y amor, mística, portadora de vida divina, gracia del Espíritu Santo.
- terrestre y celeste, peregrina en la Tierra y morada del Cielo, donde los hombres y los bienaventurados son miembros de Ella, por la intercomunicación de la misma vida divina y participación de los mismos bienes celestes, aunque de distinta forma:
- divina y humana en la que Cristo, Dios, inseparablemente unido al Padre y al Espíritu Santo, es su cabeza, su vida, su fuerza, su gracia, en dimensión trinitaria. Está dotada de dones divinos y, a la vez, tienen elementos humanos (LG 8), porque abarca todos los problemas del hombre y las cosas y los orienta hacia la vida eterna:
La Iglesia, Pueblo de Dios, Reino de Cristo, es un reino de salvación integral del hombre, de manera jerarquizada, que incluye lo material y espiritual, lo temporal y lo eterno, como decimos en el prefacio de la fiesta de Cristo Rey: un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.
· Pueblo de Dios, congregación de todos los hombres llamados a la salvación, que están dispersos por toda la geografía mundial, con su diversidad de razas, cultura, multiplicidad de religiones, ideologías humanas situaciones económicas, problemáticas personales, familiares, y sociales.
· y, sobre todo, Cuerpo Místico, cuya Cabeza es Cristo (1 Co 12.1-12:Col 1.15-18:LG 6-7).
- obispos, sacerdotes, y diáconos que constituyen la jerarquía de la Iglesia;
- religiosos que son cristianos de vida consagrada a Dios en bien de la
Iglesia, mediante los consejos evangélicos y
otros vínculos;
- laicos, que son simplemente hijos de
Dios bautizados en su sentido propio y estricto, porque en un sentido amplio
son también miembros de la Iglesia todos los hombres del mundo, sin excepción,
pero de distinta manera;
- almas del
purgatorio que
unidas a Cristo por la gracia purificadora están en estado de salvación en
espera de la posesión del Cielo, intercediendo por los hombres:
- y santos y ángeles del Cielo que glorificados por la resurrección de Cristo gozan de Dios, Uno y Trino, bajo la mirada maternal resucitada de Santa María, Reina y Señora de todo lo creado.
GOBIERNO
La Iglesia está gobernada por Jesucristo mediante su Vicario en la Tierra, que es el Papa, sucesor de San Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles, ayudados por sus colaboradores que son los sacerdotes y sus ayudantes, que son los diáconos.
El fin supremo de la Iglesia es la salvación integral del hombre con todas sus cosas con la perspectiva final y suprema de salvación eterna y la conversión de este mundo y toda la creación en los nuevos cielos y en la nueva tierra.
Las características del Pueblo de Dios son distintas de todos los otros pueblos de la Historia. Su identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un Templo: “su ley es el mandamiento del amor: amar como Cristo nos amó (Jn 13,34): su misión ser la sal de la Tierra y la luz del mundo (Mt 5.13-16): y su destino el reino de Dios que Él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que Él mismo lo lleve también a su perfeccion” (LG 9: Cat 782).
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