En el Adviento los cristianos nos preparamos para las solemnidades de Navidad, en las que conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y la infancia de Jesús: Sagrada Familia y Epifanía. Al mismo tiempo recordamos la expectación de la segunda venida de Jesús al fin de los tiempos; y también reflexionamos sobre la venida de Jesús que vendrá a nuestro encuentro, para juzgarnos y dictar nuestra suerte eterna, cuando termine nuestra peregrinación en la Tierra.
Durante este tiempo debemos adoptar tres actitudes cristianas comunes para todo tiempo, que se deben mejorar en los tiempos fuertes del Año litúrgico: cultivar la oración, ejercitar la penitencia o mortificación, y vivir la esperanza en constante vigilia.
La oración de “estar un rato a solas con Dios, con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús), es el momento de intimar con Él con el discurso de la mente, mezclado con sentimientos del corazón, afectos de la voluntad, con palabras o simplemente contemplando, de manera humana, es decir con distracciones o divagaciones del entendimiento o de la imaginación. La oración de estar no termina con un acto, se continúa de muchas maneras con la oración sobre la marcha, que es el fiel reflejo de la unión con Dios y su complementación, y consiste en hacer que todos los actos del día y de la noche sean el combustible que mantenga el fuego de la oración en llama viva.
Es también tarea importante en Adviento ejercitar la penitencia que consiste principalmente en aceptar el dolor físico y las distintas circunstancias de la vida con resignación cristiana, como voluntad de Dios; y como penitencia voluntaria se puede ejercitar la penitencia en hacer actos aislados de mortificación elegida, como sacrificarse en la comida, privarse del sueño, hacer sacrificios ocasionales, que tienen el peligro de la vanidad espiritual, pues se puede creer que las mortificaciones santifican, únicamente o de manera especial. Sin menospreciar ni despreciar estas penitencias, que son valiosas, hay otras muy provechosas para la vida espiritual, que cuestan y conllevan una caridad exquisita, como por ejemplo: aprovechar toda ocasión que nos ofrece la vida ordinaria para mortificarnos, sin quejas ni protestas, aguantar el frío o el calor que hace, sin rechistar, comer las comidas que me den, sin poner faltas, sufrir en silencio los inconvenientes de la convivencia en todas sus versiones, callar las cosas que no me gustan de otros, silenciar las dificultades que encuentro en mi camino, en fin, tener el temple de equilibrio en las adversidades que cada día nos proporciona.
Y como una norma vivencial de Adviento vivir la esperanza en constante vigilia, que consiste en esperar todo de Dios en Cristo contra toda esperanza, estar vigilantes con la luz de la gracia en el alma, soportando todo lo que suceda, sabiendo que todo sucede para el bien de los hombres.
La primera lectura de la liturgia de la Palabra de hoy nos invita a caminar a la luz del Señor. Luz y tiniebla, día y noche son símbolos bíblicos de la gracia y del pecado. Caminar a la luz del día es lo mismo que hacer el viaje de la vida en estado de gracia; y caminar en tinieblas o de noche es hacerlo en pecado mortal. El que me sigue, dijo Jesús, no anda en tinieblas, porque Jesús se definió a sí mismo como la Luz del mundo. La vida es un camino que tenemos que recorrer para pasar del tiempo a la eternidad; un camino difícil que, como los de la tierra, tiene muchos obstáculos, dificultades y variantes. Aunque todos están señalados en el mapa de la Iglesia, necesitamos la luz de la gracia para recorrer el camino. Pasa en esto lo que en los caminos de la tierra, que si se camina con poca luz al amanecer o cuando se está poniendo el sol, se avanza poco y se corre el peligro de sufrir accidentes, más o menos graves, que impiden la marcha o la retrasan.
En la segunda lectura del apóstol San Pablo a los Romanos, la Palabra de Dios nos dice que nos demos cuenta del momento en que vivimos, pues la noche está pasando, como si dijera se nos escapa el tiempo de nuestra vida y es necesario vivir a plena luz con dignidad. Y nos concreta qué es vivir en oscuridad o plena noche: comilonas, borracheras, lujuria, desenfreno riñas y pendencias. Y como símbolo del camino en plena luz nos sintetiza: Vestíos del Señor Jesús. Luego la mejor manera de vivir el Adviento es evitar el pecado, es apartarnos de las ocasiones que nos llevan a pecar, cuidar que los malos deseos no fomenten las pasiones del cuerpo; y vivir revestidos de Cristo, esto es con la vestidura de Cristo que es el amor, la gracia, la vivencia del Evangelio.
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