sábado, 7 de enero de 2023

 


El bautismo que hemos recibido por la gracia de Dios no es una costumbre española: soy cristiano porque soy español; ni un requisito esencial para pertenecer a una simple institución religiosa a la que uno se incorpora por especial vocación para cumplir unos determinados estatutos, con el fin de buscar la perfección, como por ejemplo al Opus o a los neocatecumenales; ni tampoco es una Cofradía o Hermandad en la que uno se inscribe para fomentar el culto a Dios, venerar a un santo y realizar obras santas; ni mucho menos es una acción sagrada instituida por la Iglesia para ciertos fines apostólicos o religiosos.

El bautismo es un sacramento instituido por Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, un acontecimiento misterioso, divino, una generación sobrenatural por la que por el agua y el Espíritu Santo el hombre, nacido de Adán por el pecado original, recibe la gracia, la misma vida sobrenatural de Dios participada. Es el nacimiento a la vida de Dios, el cual por el baño del agua en la palabra de vida (Ef 5,26), hace a los hombres partícipes de la naturaleza divina (Pedr 1,4) e hijos de Dios (Rm,8,15;Gál 4,5).

El cristiano nace dos veces: por generación natural de sus padres por  la que es engendrado hombre; y por generación sobrenatural de la gracia en el bautismo por la que es engendrado hijo de Dios. Y tiene, por consecuencia, dos naturalezas: una humana, engendrada de la carne, y otra divina, engendrada por el Espíritu Santo.

El bautismo es un sacramento de fe, puerta de la vida y del reino, institución de Jesucristo, y no invención de una Papa de la Historia, un acuerdo de un Concilio especial, ni un consenso de teólogos.

El bautismo produce los siguientes efectos principales:

- borra el pecado original y todo pecado personal, si se recibe en estado adulto. El hombre que es bautizado, por muchos y graves pecados que haya cometido, recibe el perdón de todos sus pecados, sin necesidad de confesarse

- infunde la gracia, las virtudes y dones del Espíritu Santo en potencia, es decir la capacidad sobrenatural de hacerse virtuoso, de la misma manera que el hombre en su nacimiento recibe las potencias naturales para ejercitar con la práctica de ellas virtudes naturales. Podemos distinguir en el hombre a grandes rasgos dos tipos principales de potencias naturales: espirituales del entendimiento y de la voluntad y corporales de los miembros, órganos y sentidos.

Con diversos actos repetidos muchas veces, el hombre puede llegar a la virtud o perfección de esas virtudes. Pongamos algunos ejemplos: el hombre recibe en su nacimiento el entendimiento para que con su esfuerzo y ejercicio consiga la ciencia o sabiduría, la voluntad para que ejercitando actos de amor, el hombre se santifique.

- hace al hombre hijo de Dios y heredero de su gloria, de manera que con la ayuda de Dios y el esfuerzo de las buenas obras recibe la herencia eterna del Cielo, Dios mismo y poseído eternamente.

- incorpora al bautizado a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo a la que todos los hombres pertenecen de diversa manera, principalmente por el sacramento de la misericordia infinita de Dios, que hace llegar su gracia de manera que ni siquiera el hombre puede soñar.

- realiza una conversión total de la persona, de manera que todo su ser queda convertido en santo, en cuanto al cuerpo, templo vivo del Espíritu Santo, y en cuanto al alma, en sagrario vivo de la Santísima Trinidad. El hombre sigue siendo hombre, pero hijo de Dios con una dignidad suprema que supera a todas las dignidades de la Tierra. El hombre es más por la dignidad de cristiano que por la dignidad de sacerdote, obispo o Papa;

- proporciona la capacidad de recibir los otros siete sacramentos porque es el fundamento sacramental del cristiano. Aunque en la realidad de la Iglesia Dios hace maravillas que no conocemos, de hecho, por la vía normal las gracias nos vienen por los sacramentos con los que nos alimentamos para la vida eterna.

- y es una participación en el misterio pascual, pues el bautismo conmemora y actualiza el misterio pascual, haciendo pasar a los hombres de la muerte del pecado a la vida de la gracia.

El bautismo es un compromiso cristiano que obliga a seguir la fe de la Iglesia, es decir a cumplir los mandamientos y vivir la gracia de Dios consecuentemente en medio del mundo, siendo testigos de Cristo muerto y resucitado. Es, en definitiva, el gozo de ser cristiano que compromete a la alegría de ser hijo de Dios con la esperanza de vivir en el Cielo eternamente resucitado, en compañía de todos los santos y ángeles, en unión con Cristo resucitado y glorioso.         

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