sábado, 26 de agosto de 2023

Vigésimo primer domingo. Tiempo ordinario. Ciclo A

 


Como respuesta a la primera lectura, todos juntos hemos proclamado a Dios Padre: ¡Señor, tu misericordia es eterna!.

Vamos a hacer unas breves reflexiones en torno a esta frase que no se puede entender sin fe, porque realmente Dios es infinitamente misericordioso como nos dice la Palabra de Dios, pero humanamente no lo parece siempre.

Misericordia es una palabra compuesta de dos palabras, latinas: miserum y cor, que quieren decir miseria y corazón. Misericordia, por tanto, significa tener un corazón que se compadece de las miserias de los hombres, propias de uno mismo o de los demás; y no implica tratar de solucionarlas porque no siempre esto está en las manos del hombre.

Realmente si analizamos la misericordia de Dios respecto a las miserias de los hombres, parece que lo razonable sería que, Dios, bueno y misericordioso, se apiadara de nuestros males y los remediara, porque todo lo puede. Sin embargo, no siempre es así, por tanto, juzgando las cosas como humanamente nos parece, Dios no parece misericordioso. Vamos a explicar este misterio con argumento de fe.

Es evidente que en el mundo hay miserias materiales en la Tierra, catástrofes naturales, como por ejemplo volcanes, aluviones, inundaciones, terremotos, huracanes, que causan muchas importantes y graves miserias en los hombres y para los hombres. Estas miserias provienen de la Naturaleza y la Naturaleza está creada y gobernada por Dios. ¿De quién dependen estas miserias? ¿Dónde está la misericordia de Dios para los hombres que padecen estas miserias?. 

Hay otro tipo de miserias, que los hombres padecen en el cuerpo, como por ejemplo, dolores, enfermedades físicas, hambre. ¿Por qué tantos niños nacen con  enfermedades, y tantísimos padecen hambre en el mundo? Podemos preguntarnos como se pregunta la gente que no tiene fe: ¿Dónde está la misericordia de Dios para con sus hijos, a quienes manda o permite tantos males? 

Es verdad que directamente muchas desgracias humanas: hambre, esclavitud, violencia, secuestros, terrorismo… Dependen de la mala administración de los poderes públicos y de la malicia de los hombres, pero hay males corporales que sólo dependen de Dios, como es la enfermedad  y la muerte natural. Se puede decir, ¿no es Dios, Padre Todopoderoso? ¿Por qué permite o quiere tantas miserias? ¿Cómo se concilia Dios misericordioso, que decimos que es Padre, con las miserias que padecen los hombres, que somos sus hijos? 

Es verdad que Dios deja a los hombres que obren según su libertad, que puede ser mala en muchos hombres perversos. Pero podemos preguntarnos ¿Dónde está la misericordia de Dios para tantas desgracias humanas, que dependen de ÉL, que puede remediarlas, y no las remedia, y  tantas y tantas otras desgracias graves e importantes, que dependen de los hombres, puede impedirlas, y no lo hace?. 

Hay otro tipo de males que podemos decir del espíritu, enfermedades psíquicas. ¡Cuántas personas nacen psiquicamente desequilibradas! ¡Cuántas personas contraen enfermedades psiquiátricas en el decurso de la vida por causas conocidas o desconocidas¡ ¡Cuántos matrimonios rotos, hijos y padres en desequilibrio mental! ¡Cuántos casos, podríamos contar cada uno de nosotros, de personas que sufren sin remedio por distintos e inexplicables motivos!. Por eso no es extraño que nos preguntemos: ¿Dónde está la misericordia de Dios, que es Padre, para millares de personas que viven angustiadas sufriendo hasta la locura? Eso se preguntan los que  no tienen fe, pero también nosotros que la tenemos nos hacemos los mismos interrogantes, aunque con la conformidad de que Dios obra siempre el bien, sabiendo que es un bien misterioso con apariencia de mal. 

¡Y qué decimos de tantas miserias de pecados que existen en el mundo!. No hay nada más que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar la malicia de los hombres. ¡Cuántos y cuántos pecados y de cuántas clases! ¿No decimos que la misericordia de Dios es eterna? ¿Por qué permite que existan tantos y tan malos hombres en el mundo, si puede quitarles la vida? ¿Por qué no lo hace? 

A todos estos interrogantes que se formula el hombre, el Concilio Vaticano II dice en sus documento Gaudium et spes que la respuesta está en la fe en Cristo, que, siendo Dios, si hizo hombre, vivió, padeció, murió y resucitó para salvar a los hombres de la muerte eterna. Expliquemos un poco esto. 

Dios es padre, y quiere el bien supremo y último de todos los hombres, que es la salvación eterna, en el cielo, visión eterna de Dios y gozo para siempre. Pero el bien supremo necesita muchas veces males temporales como medio, necesarios para conseguir la felicidad eterna. Porque el mal temporal tiene razón de bien eterno. 

Dios no quiere ni permite males en sí mismos, males por males, sino males de los que nos vienen  bienes, como dice el refrán castellano: “No hay mal que por bien no venga”. A los ojos de Dios, ¿qué es el mal, que es el bien?. El mal es el que nos perjudica para nuestra salvación, que tiene su última razón en sí mismo y en su fin supremo, pero no es mal el que tiene razón de medio temporal, circunstancial, pero en su fin es un bien, porque nos conduce a la salvación eterna; y el bien es aquel que en su propia naturaleza nos induce a la salvación que es el bien eterno al que aspira al hombre. El bien y el mal, en sentido teológico, no están establecidos por la razón humana, ni por el consenso de los filósofos del tiempo, ni por votación de acuerdo de mayoría de votos de un parlamento democrático. 

El bien y el mal están insinuados en la conciencia del hombre con dos principios generales, que constituyen la ley moral natural: hacer el bien y evitar el mal. Están explicados por los diez mandamientos de la ley de Dios, ley divina, y resumidos por Cristo en el Evangelio, ley evangélica: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Y el modo con que hay que entender la ley natural, la ley divina y la ley evangélica está enseñado por el magisterio auténtico y perenne de la Iglesia. 

La misericordia de Dios es eterna, hemos proclamado en el salmo responsorial. ¿Cómo decimos que es eterna, si el mal es temporal y circunstancial? La misericordia no existió siempre ni existirá siempre. ¿Por qué se dice que es eterna?. 

La misericordia de Dios empezó con el pecado del hombre y terminará con el pecado del hombre al fin de los tiempos. Cuando el mundo se acabe, ya no existirán en el mundo pecado ni misericordia, sino gozo supremo en el cielo, que es el fruto de la misericordia convertida en gozo de Dios para siempre. La misericordia tiene un doble sentido: misericordia, mientras exista la miseria, y misericordia cuando se haya convertido en gloria de Cielo. Luego es eterna. Por eso dice la  Sagrada Escritura: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. 

En consecuencia Dios tiene misericordia no remediando los males que manda o permite, porque no son males absolutos, sino relativos, y el quererlos o permitirlos es signo de misericordia divina, que no se conoce, pero que es, y no la misericordia humana, que no es misericordia, sino un mal que ni siquiera se vislumbra. Y la misericordia divina es eterna, porque en el mal Dios está queriendo el bien último y el mal eternamente queda convertido en gracia gloriosa. El cielo es, en definitiva, la misericordia de Dios que tuvo en el tiempo la apariencia de un mal temporal y la misericordia, hecha visión y gozo de Dios, eternamente. 

Hermanos, pidamos al Señor, especialmente por todos los que padecen miserias, desgracias tremendas, para que el Dios, dador de todo bien, les haga entender lo que significa que la misericordia de Dios es eterna.

 

1 comentario:

  1. Magnífica y original explicación sobre la misericordia. Nunca he oído ni leído nada igual. Muchas felicidades por la publicación y muchas gracias por el bien espiritual que me hace

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