Bautismo de Jesús
Cuando Jesús terminó la
primera etapa redentora de su vida oculta, se despidió de su Madre y se
dirigió al Jordán para ser bautizado por Juan con el fin de continuar y
completar la Redención.
La palabra bautismo, de origen griego, en
sentido religioso significa acción de lavado o purificación. No era
un acto religioso exclusivamente judío, pues en los pueblos paganos de la
antigüedad se celebraba, de diversas maneras, en muchas religiones politeístas.
Los egipcios se bautizaban en las aguas del río Nilo, los babilonios en las del
Eúfrates y los indios en las del Ganges. En algunos lugares el bautismo
consistía en sacrificar víctimas humanas, ofrecidas a los dioses. Cuenta Papini
en su vida de Jesús que en Curio de Chipre, en Terracina, Marsella, en
tiempos históricos indefinidos se arrojaba todos los años un hombre al mar,
para que mediante el sacrificio expiatorio de su bautismo de agua el pueblo
quedara purificado de sus pecados.
Bautismo en el Antiguo Testamento
El bautismo judío en el Antiguo Testamento consistía
en un rito de ablución corporal, símbolo de limpieza interior o purificación de
impurezas legales. Los judíos lo recibían después de escuchar la Palabra de
Dios, y con el bautismo se comprometían a cumplir la Ley y se incorporaban al
pueblo de Israel. Los bautizados que sentían una vocación especial para
dedicarse al apostolado profético cursaban estudios bíblicos.
Bautismo de Jesús
El bautismo que Jesús recibió fue un hecho real de
visión sobrenatural, y no una alegoría contada poéticamente por autores de los
primeros siglos del cristianismo con cierto simbolismo místico, como dicen
algunos intérpretes racionalistas.
Los evangelistas sinópticos solamente narran el
bautismo de Jesús en el río Jordán con dos particularidades especiales: el
rechazo de Juan para bautizar a Jesús y la revelación oficial del misterio de
la Santísima Trinidad.
No se sabe dónde sucedió este gran acontecimiento. Una
antiquísima tradición que data del año 333 señala el lugar a unos doce
kilómetros de Beisán, cerca de la desembocadura del Jordán en el Mar Muerto,
junto al convento griego de San Juan Bautista.
Según se deduce del Evangelio de San Lucas (Lc
3,21), Jesús fue bautizado en una celebración comunitaria. Pudo
suceder como yo imagino:
Los judíos que se iban a bautizar
se situaban en fila india esperando su turno. El bautismo se solía
administrar por inmersión en el agua o por el baño de la cabeza y gran
parte del cuerpo hasta la cintura. En una de las celebraciones comunitarias
Jesús, de figura esbelta y elegante, que destacaba sobre los demás judíos
devotos, se colocó en fila con porte exterior de profundo recogimiento,
esperando su turno. Vestía una túnica blanca de lino, que llegaba hasta los
pies, sujeta a la cintura con un cíngulo. Tenía los pies desnudos, calzados con
unas sandalias de tirillas de cuero atadas con hebillas. Un manto, de color
granate, cubría desde sus hombros todo el cuerpo por la espalda, y se
prolongaba hasta los talones de manera que los extremos caían por ambos lados
con picos desiguales. Cuando a Jesús le tocó su vez, se despojó de las
vestiduras necesarias para recibir el bautismo simple, no por inmersión. Cuando
Juan iba a bautizarlo clavó la mirada en sus ojos y sintió la corazonada de
encontrarse en la presencia del Mesías. Entonces se resistió a bautizar a Jesús
y le dijo: “¿Tú acudes a mí? Si soy yo quien necesito que tú me
bautices”. Jesús le contestó: “Déjalo ya, que así es como nos toca a
nosotros cumplir todo lo que Dios quiera” (Mt 3,14-15). Entonces
Juan obediente a Jesús lo bautizó. En el momento en que el agua regaba la
cabeza y parte de su cuerpo, el cielo se rompió en dos mitades, como si
fuera el telón de un escenario que se abre, y un rayo de luz celeste, muy
potente, enfocó toda la Persona de Jesús, quedando la Naturaleza en
penumbra; y del espacio luminoso descendió una blanca paloma en ágil y rápido
vuelo que se posó por encima de la cabeza de Jesús, sin tocarla, quedando en
posición estática. Se hizo un impresionante y majestuoso silencio, y en medio
de un ambiente sobrecogedor se dejó oír una voz sonora que decía: “Tú eres mi
Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto” (Mc 1,11), haciendo eco al
chocar contra las montañas,
Todos los que estaban presentes en el río clavaron sus
ojos en la Persona de Jesús, y lo vieron rodeado en un círculo luminoso,
como si desde el espacio un foco lo iluminara. Y todos quedaron ofuscados por
la visión y con el corazón reventando de un gozo interior indescriptible.
La interpretación común de los
Santos Padres y la Tradición entienden que en esta escena se reveló el misterio
de la Santísima Trinidad, no conocido en el Antiguo Testamento. La primera
Persona del Padre estaba simbolizada en la voz que hablaba; la segunda, la del Hijo,
Jesús que se estaba bautizando; y la tercera, el Espíritu Santo en la paloma
misteriosa de naturaleza desconocida de belleza sin igual.
La Iglesia resume perfectamente el significado del
bautismo de Jesús con estas palabras: “El bautismo de Jesús es, por su
parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente... y es
anticipo del bautismo de su muerte sangrienta” (Cat 536).
¿Por qué fue bautizado Jesús?
No se puede admitir católicamente la teoría de los
ebionitas y adopcionistas del siglo II que afirmaban que “Jesús fue un pecador,
como cualquier hombre, que se purificó y “divinizó” al ser adoptado por Dios en
el bautismo. También es rechazable la opinión de aquellos herejes que ven
en el bautismo de Jesús solamente un signo de conversión de pecador. Estas
suposiciones son contrarias a la fe católica, pues Jesús, como Dios no pecó ni
puede pecar.
La doctrina común de la Iglesia es que el
bautismo de Jesús fue un rito ejemplar de perfección, necesario a los ojos de
los judíos para poder ejercer el oficio de profeta en Israel; un símbolo
del bautismo de sangre que Él iba a recibir con su muerte en la cruz; un signo
del bautismo sacramental que Jesús instituiría en su momento; y el acto
misterioso de comunicar al agua la virtualidad de servir de instrumento para
borrar el pecado de origen y personal del hombre. Así lo expresa la
Iglesia Católica en el prefacio de la liturgia del martirio de San Juan
Bautista: “Él bautizó en el Jordán al Autor del bautismo, y el agua
viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres.
Bautismo, sacramento instituido
por Jesucristo
El bautismo instituido por Jesucristo no es: una
costumbre religiosa, familiar, local o social; un requisito esencial para poder
pertenecer a la Iglesia; ni mucho menos una acción sagrada instituida por la
Iglesia para poder ejercer en ella ciertos actos religiosos o
apostólicos.
Es un sacramento instituido por Jesucristo: una
generación sobrenatural por la que el hombre, nacido de Adán con el
pecado original, recibe la misma vida sobrenatural de Dios por el baño del agua
y de la palabra de vida (Ef 5,26); una
participación de la naturaleza divina (1P 1,4) por la
que el hombre se hace verdaderamente hijo de Dios (Rm, 8,15; Ga 4,5).
El cristiano nace dos veces: a la vida natural por la generación de sus padres
por la que es engendrado hombre; y a la vida sobrenatural por la gracia del
bautismo por el que es engendrado hijo de Dios. El bautizado tiene, por
consecuencia, dos naturalezas: una humana, engendrada de la carne, y otra
divina, engendrada del Espíritu Santo por el agua y la palabra.
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