Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre (Jn 11,25-26).
Estas palabras lapidarias fueron pronunciadas por Jesús a Marta, cuando le dijo que su hermano resucitará, que ella entendió sería al fin del mundo: “Sé que resucitará en la resurrección del último día” (Jn 11,23). Hagamos un comentario esquemático sobre estas palabras en este domingo de resurrección.
Cristo es la Resurrección
Cristo es la resurrección y la vida para todos los hombres, porque por todos realizó la Redención objetiva, que culminó en la Resurrección. Pero no todos se la aplican subjetivamente, pues unos la rechazan voluntariamente y se condenan y otros se la personalizan y se salvan. ¿Quiénes? Misterio insondable de la infinita sabiduría misericordiosa de Dios en favor del hombre. Para creer que Cristo es la Resurrección y la Vida es necesaria la fe, don de Dios que da la capacidad para creer en la Resurrección. Quien cree en Cristo resucitado y vive esta verdad dogmática en gracia operativa tiene ya en su alma la resurrección de Cristo en semilla, que se desarrolla en la vida cristiana y fructifica en el Cielo con la visión y gozo de Dios por toda la eternidad, pues el que cree en Cristo resucitado no morirá para siempre.
La muerte, paga del pecado del hombre, es la última gracia que recibe el cristiano para conseguir la resurrección y vivir eternamente con Cristo resucitado. Cuando el alma entra en el Cielo, en el primer instante le parece que ha estado allí eternamente, y nunca en la tierra.
La primera resurrección del cristiano tuvo lugar en el Bautismo, en el que se realiza una auténtica resurrección sobrenatural, porque el hombre, nacido muerto por el pecado original, resucita a una nueva vida de gracia, participación analógica de la misma vida de Dios Trinitario. Si el cristiano comete un pecado mortal, la única desgracia que existe en el mundo, puede resucitar a la vida de la gracia por el sacramento de la Penitencia, que es la resurrección del alma muerta por el pecado a la vida de la gracia.
Cristo es la Vida
La vida de la gracia se conserva y aumenta con la vivencia de “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el pecado (Hch 10,38)”, como dice la primera lectura de la liturgia de la Palabra de este domingo.
Como hemos resucitado con Cristo en el Bautismo, “debemos buscar los bienes de allá arriba y no los de la tierra” (Col 3,1-3), como manda la Palabra de Dios a los cristianos en la segunda lectura. Un cristiano, consagrado por el bautismo a la santidad, debe buscar primero y siempre los bienes de la resurrección, que son: la vida cristiana orante en gracia; la recepción de la Eucaristía en la que se recibe a Cristo resucitado, glorioso y sacramentado, que es ya resurrección anticipada; y la realización de obras buenas que aumentan la gracia y propina la resurrección de la vida futura.
En resumen: Cristo es la Resurrección de todos los muertos en el último día; la resurrección de los bautizados muertos por el pecado mortal mediante el sacramento de la Penitencia; y la Vida de la gracia para los cristianos que se alimentan con la oración, la Eucaristía, y la vida sacramental operativa de las buenas obras.
un artículo estupendo, claro, profundo y que puede hacer mucho bien. Ya lo hemos compartido en facebook
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