lunes, 2 de abril de 2012

JUEVES SANTO
           
Institución de la Eucaristía
            En el primer jueves Santo de la Historia de la Salvación, Jesús en la noche en que fue entregado (1 Co 11,23) instituyó la Eucaristía, el Sacerdocio y estableció el gran precepto del amor. En este documento trato la Eucaristía a grandes rasgos, dejando  el sacerdocio y el Amor fraterno para otra ocasión.
           
            Cuando Jesús celebraba con sus apóstoles la Última Cena en el Cenáculo  tomó en sus manos el pan, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”. Después tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: “Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros  para el perdón de los pecados”. Haced esto en conmemoración mía y con estas palabras instituyó el Sacerdocio.

 Naturaleza de la Eucaristía
“La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar por los siglos, hasta su segunda venida, el Sacrificio de la Cruz confiando así a la Iglesia el memorial de su muerte y                                resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna” (Cat compendio 271).
           
            Según esta definición del Catecismo de la Iglesia Católica del Papa Juan Pablo II, la Eucaristía es el sacrificio perpetuo que Jesús ofreció al Padre para  redimir los pecados de todos los hombres  que se celebrará en la Iglesia hasta el fin del mundo. Es banquete pascual en el que se come el verdadero Cuerpo de Cristo y se bebe su sangre, como alimento espiritual del alma para la vida eterna; fuente de la que mana toda la gracia para la vida cristiana y apostólica, y cima a la que se encaminan todos los demás sacramentos, los ministerios eclesiales y las obras de apostolado. La Eucaristía celebrada y recibida debidamente  santifica más que cualquier otro sacramento, porque es Cristo, el autor de la gracia, quien, glorioso y sacramentado, santifica personalmente con su gracia, mientras que en los demás santifica solamente con su gracia. Es presencia  real y sustancial del cuerpo, alma y divinidad de Jesucristo bajo las especies de pan y vino.

 Presencia eucarística
 La presencia de Cristo sacramentado en la Eucaristía  no se puede comparar con ninguna de las presencias que conoce la filosofía y la teología porque rebasa todo conocimiento humano. No se conoce por los sentidos, dice Santo Tomás, sino sólo por la fe. Es, por tanto, una presencia real, verdadera, sustancial, sobrenatural, y no imaginaria, ni metafórica. No es  una presencia teológica por la que Cristo está presente en la oración, en el canto, en  la caridad con el prójimo,  ni mucho menos una presencia espiritual humana de entendimiento, ni presencia de amor en el corazón, ni  una presencia virtual de imagen.

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