DOMINGO III DE PASCUA (ciclo b)
Segunda lectura: “Hijos míos: Os escribo esto para que no pequéis” (2 Jn 2,1).
“Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados, Él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados” (1 Jn 1,8-9).
El apóstol San Juan recomendó encarecidamente a sus discípulos que no pecasen, pero si alguno pecara que abogue ante el Padre: a Jesucristo, víctima de propiciación por nuestros pecados y los de todo el mundo.
El pecado realmente existe y el pecador también. ¿Pero qué es el pecado y quién es pecador? El pecado se define científicamente en la Moral Católica: un acto moral malo que un pecador comete consciente y libremente contra le Ley divina, sabiendo que es una ofensa a Dios. ¿Y quién es pecador? Solamente Dios, rico en misericordia, sabe quién es pecador y cuál es el pecado que comete. El pecador es un hombre limitado en su conocimiento, defectuoso, con taras físicas o psíquicas, condicionamientos personales que peca. ¿Quiénes pecan?
Podríamos clasificar los pecadores en los siguientes grupos:
- Ignorantes de la ciencia moral, aunque sean sabios en las ciencias humanas, cuya responsabilidad moral del pecado es poca o nula, dependiendo del conocimiento, voluntariedad y libertad que tengan al cometer el pecado.
- Incultos con poca cultura por incapacidad intelectual, cuya responsabilidad del pecado es solamente evaluable por la infinita sabiduría misericordiosa de Dios.
- Equivocados que por diversas causas confunden el bien por el mal, y sus pecados deben ser evaluarlos no por sus actos malos, sino por la malicia que tengan en la presencia de Dios.
- Apasionados que por naturaleza constitutiva están inclinados al mal, más o menos, y sus pecados deben ser evaluados también por las influencias de las pasiones, que solamente Dios conoce.
- Malos, incluso satánicos, cuya malicia hay que reservar a la justicia misericordiosa de Dios.
- Enfermos, psiquiátricos, que debido a su enfermedad hacen cosas malas, pero no cometen pecados, porque sus facultades espirituales no funcionan correctamente, cuya enfermedad depende de médicos y psiquiatras, y no de los confesores, que sólo pueden escuchar con amable paciencia y absolver los pecados, según estén en la presencia infinita de la misericordia de Dios.
- Débiles que hacen por no pecar, luchan contra el pecado y caen queriendo corregirse, y difícilmente lo consiguen, y generalmente nunca del todo.
- Buenos virtuosos y santos, cuyas faltas o defectos temperamentales son purificaciones de los pecados de la vida pasada o humillaciones para la santidad de la vida presente, que Dios permite permanezcan en las personas piadosas y santas para que reconozcan que su bondad se debe a la gracia, vivan en humildad de gratitud a Dios y comprendan a los pecadores.
Según esta clasificación genérica y elemental de pecadores, podemos decir que somos pecadores y cometemos pecados según la malicia que el pecador tenga en la presencia de la infinita misericordia de Dios, porque si confesamos nuestros pecados, Él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados” (1 Jn 1,8-9).
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