SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
“Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos”
El evangelio
de este domingo nos expone la figura del profeta San Juan Bautista, el
precursor del Mesías, que profetizó con precisión histórica en rasgos generales
la conversión, tema que voy a tratar en
este capítulo.
¿Qué es la
conversión?
La conversión en sentido cristiano es cambio de vida
espiritual: de una vida de infidelidad a una vida de fe; de una vida de pecado
a una vida de gracia; de una vida de gracia a una vida de santidad en diversos
grados. Todos los cristianos hasta, los mismos santos, tenemos que convertirnos
en virtud del bautismo perfeccionando cada día más nuestra vida cristiana. La
conversión proviene inicialmente de la
gracia del Espíritu Santo y consecuentemente de la colaboración del hombre
consciente y libre en cualquier edad y
estado de la vida civil en que se encuentre. Todos los demás hombres, no
cristianos, tienen también que
convertirse por las suplencias del bautismo,
en virtud de la omnipotente sabiduría infinita y misericordiosa de Dios.
Medios cristianos para la conversión
Son muchos los medios que tenemos para convertirnos:
cristianos y no cristianos. Los cristianos: la oración que es el trato personal con Dios, como cada uno sabe y
puede, y no como quiere, con miserias, debilidades, distracciones, cualidades,
virtudes y defectos. La oración es la omnipotencia del hombre que diviniza y
cambia su debilidad en fortaleza para conseguir la vida sobrenatural, que el
hombre no puede con sus propias fuerzas naturales. La oración siendo también un acto humano es valiosa y
fructuosa, aunque se haga con involuntarias distracciones. El cocinero mientras prepara la comida con
idas y venidas de su imaginación por muchos sitios hace comidas ricas y apetitosas. Orar en subido
éxtasis, en alta contemplación, como Santa Teresa de Jesús es una exclusiva de
determinados místicos. También se hace oración con el examen de conciencia, escuchando la palabra de Dios. Si no
nos asesoramos de maestros experimentados o santos hacemos caso a un tonto que
se tiene por listo.
8 DE
DICIEMBRE
INMACULADA
CONCEPCIÓN
DE SANTA
MARÍA VIRGEN
Inmaculada, fundamento de la Mariología
La Inmaculada Concepción es el fundamento
de la Mariología, como nos dice el prefacio en la liturgia de la misa de la
solemnidad de la Inmaculada Concepción: “Porque
preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la
plenitud de la gracia fuese digna madre de su Hijo… Purísima había de ser,
Señor, la Virgen que nos diera el cordero que quita el pecado del mundo.
Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de
santidad”.
María ideada por Dios, tenía que ser
una mujer única, excepcional, Virgen, ornamentada de todas las virtudes y dones
del Espíritu Santo, íntimamente unida a su Hijo Redentor, como Corredentora, modelo
y primicia de todos los creyentes; y terminado el curso de su vida en la
Tierra, resucitada, gloriosa en los Cielos,
y con Cristo Rey, Reina y Señora de todo lo creado.
La palabra Inmaculada en su sentido
teológico significa no manchada del pecado original ni personal. María, por
gracia y un privilegio excepcional y único de Dios
omnipotente, en atención a los méritos previstos de Jesucristo Redentor, fue
preservada de culpa original en el primer instante de su concepción. En las
palabras con que el arcángel San Gabriel saludó a María, “llena de gracia”, se
entiende que tenía la plenitud de gracias que necesitaba para cumplir su misión
en la Tierra: Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Corredentora del género
humano. En este calificativo estaban
incluidas todas las virtudes y la total y plena posesión de los dones del
Espíritu Santo en su máxima perfección creada. Inmaculada no significa sólo ni
principalmente Pura, aunque también, sino más bien Santísima en su dimensión total.
Historia de la Inmaculada
La Inmaculada Concepción de María ha
sido siempre una constante creencia en la historia de la Iglesia. En los
primeros siglos hasta el Concilio de Éfeso (año 431) se la veneraba
especialmente con los calificativos de santa, inocente, purísima, intacta,
incorruptible, inmaculada en sentido de
santidad única y especial. Esta fe popular en la Inmaculada se fue extendiendo
poco a poco hasta el siglo VIII, época en que se empezó a celebrar una fiesta
especial en su honor en algunas Iglesias de Oriente, después en Inglaterra, España,
Francia y Alemania.
Las grandes controversias surgieron
en los siglos XII-XIV en los que San Bernardo, San Anselmo, y los grandes
teólogos escolásticos, como San Buenaventura, San Alberto Magno, incluso Santo
Tomás de Aquino, pusieron en duda la Inmaculada de María, por la dificultad de
conciliar el dogma de la redención universal de todos los hombres con la
Inmaculada concepción de María, que como ser humano, descendiente de Adán,
lógicamente debería contraer el pecado original y ser redimida por Cristo. Por
fin, el Papa Pío IX, teniendo en cuenta la revelación de la Tradición de la
Iglesia, el 8 de Diciembre de 1854 definió como dogma de fe la Inmaculada
Concepción de la Virgen con estas palabras: “La
beatísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, por gracia y
privilegio singular de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo
Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de la
culpa original”.
Los teólogos desde entonces solucionan la aparente contradicción de la
Inmaculada, sin pecado, con la redención de todos los hombres, diciendo que
María fue redimida del pecado por Cristo
con una redención preventiva, impidiendo que contrajera el pecado original.
Porque fue creada por Dios Inmaculada para ser Madre de Dios y de todos los
hombres, Virgen y Corredentora del género humano.
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