lunes, 24 de diciembre de 2018

NAVIDAD

NAVIDAD
           
            “La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria” (Jn 1.14).
            Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera “dios”
               
            El Hijo de Dios, sin dejar de ser Él mismo, se humilló hasta tal extremo que se rebajó de su dignidad divina y se hizo hombre, asumiendo la naturaleza humana de Santa María Virgen por obra y gracia del Espíritu San. Nació como hombre, vivió como hombre en todo, menos en el pecado, padeció los dolores más grandes que se pueden imaginar, murió en la cruz, y al tercer día resucitó para que el hombre naciera a la vida de la gracia, viviera siempre en gracia, muriera en gracia y resucitara en gracia, para ser con Cristo resucitado feliz eternamente en el Cielo.
En la liturgia de la Navidad de hoy conmemoramos el acontecimiento singular del nacimiento de Jesús, eje alrededor del cual gira toda la Historia y principio de la salvación de los hombres. La Navidad no es un tiempo mundano  dedicado a la diversión, comilonas, bebidas y juergas,   como para los paganos o no cristianos, sino es una fiesta eminentemente religiosa: el acontecimiento del nacimiento del Salvador, el Mesías, el Señor. Sin embargo, todo el mundo celebra y felicita la Navidad en todos los sentidos: religioso, humano, familiar, comercial, político y mundano, y no cualquier otra fiesta humana.   
El apóstol San Pablo en la segunda lectura de la liturgia de la Navidad, escrita a Tito, nos dice cómo tenemos que celebrar la Navidad: renunciar al pecado, libres del mal moral, en estado de gracia, y llevar una vida sobria, moderada en la celebración, sin excesos en comidas y vino, honrada, dentro de la justicia  religiosa en el ejercicio de la oración, virtudes y santas obras,  en el culto a Dios y servicio a los hombres,  y llena de  gracia (Tit 2,11-14), haciendo que toda nuestra vida sea siempre navidad de amor y felicidad.
La Navidad o nacimiento de Cristo es el comienzo del misterio pascual que comprende su vida oculta de oración, silencio y trabajo en obediencia; su vida pública de predicación del Evangelio y realización de milagros; y su vida de pasión, muerte, resurrección y ascensión a los Cielos. Son las fases que un cristiano tiene que vivir para que en su vida siempre sea NAVIDAD.
Para los cristianos  siempre es Navidad, no solamente  la Navidad litúrgica, el día en que conmemoramos el nacimiento de Jesús, sino  cuando celebramos:

  •  La Navidad de nuestro nacimiento: el paso de no ser a ser persona humana, la criatura más perfecta de la Creación terrestre: imagen y semejanza de Dios;
  • la Navidad del bautismo en el que nacimos a la vida sobrenatural para formar parte de la Familia Divina;
  • la Navidad eucarística porque en la Eucaristía  nace el mismo Cristo resucitado y glorioso del Cielo, que se hace realmente presente bajo las especies de pan y vino en las manos del sacerdote en la cuna del altar
  • la Navidad sacramental, pues  en cada sacramento nace  la gracia de Jesucristo en el alma, si se recibe con las debidas disposiciones;
  • la Navidad oracional para quien se pone en contacto con Dios y recibe el nacimiento de la gracia
  • la Navidad caritativa  en la que se ejerce la caridad con los pobres o se hace cualquier bien al prójimo;
  • y la Navidad teológica en aquellos que hacen que todos los actos de su vida estén hechos con Dios y por Dios: las alegrías y las penas, el trabajo y el descanso,  las caídas y levantadas, los pasatiempos y diversiones, porque cuando se hace el bien es Navidad.             

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