sábado, 30 de diciembre de 2023

Sagrada Familia. Ciclo B

 


Dentro del ciclo litúrgico de la Navidad celebramos tres fiestas importantes: el nacimiento de Jesús, la Sagrada Familia y la solemnidad de la Madre de Dios, el 1 de Enero. 

Concibiendo las cosas en un sentido eterno podríamos decir que la Santísima Trinidad, Tres Personas Divinas y un solo Dios verdadero, es la Santísima Familia Trinitaria de la que proceden todas las cosas y es símbolo y referencia de toda familia humana. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son tres Personas distintas, realidades divinas inconcebibles en la única esencia divina. “Al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad” proclamamos en el prefacio de la solemnidad de la Santísima Trinidad. 

En la Tierra existió en el tiempo la Trinidad humana de la salvación gloriosa, la Sagrada Familia de Nazaret, San José, la Virgen y el Niño,  modelo perfecto de toda familia natural e instituida.

En Nazaret había tres personas distintas en dignidad y  en orden jerárquico de disciplina familiar. La Persona más digna de las tres fue, sin duda, el Niño Jesús, que era Dios y, sin embargo, fue el inferior en el orden jerárquico de autoridad, pues estaba sujeto a la obediencia de los padres, como nos dice el Evangelio en el relato de la escena del Niño perdido y hallado en el templo: “Jesús bajó con sus padres a Nazaret y siguió bajo su autoridad”. Después la Virgen que después de Jesús tenía la segunda dignidad, Madre de Dios,  y, sin embargo, estaba a las órdenes de San José. Y por último, San José, la autoridad familiar jerárquica, que era el que menos dignidad tenía.

La sagrada familia es modelo de toda familia humana e instituida porque en ella resplandecen todas las virtudes necesarias para la convivencia familiar. El Hijo, obediente a los padres en todo, José  ejerciendo la autoridad jerárquica con sumisión amorosa a María, y María obedeciendo a José con sumisión amorosa, y todos, unidos íntimamente en el amor y en la acción familiar, mirando el bien de la trinidad de Nazaret. 

Los padres de Jesús cuando no entendían ciertos comportamientos misteriosos del Niño, los comprendían con amor,  guardando todas las cosas en el corazón, sin comentarios ni críticas, y ni siquiera pensamientos, aceptando por la fe las decisiones de su Hijo en quien creían como en Dios.  

Porque todos los hombres descendemos de un tronco común, Adán y Eva, somos hermanos que formamos una misma Comunidad humana. La humanidad es una familia de hijos de Dios como miembros de una misma naturaleza, en la que todos los hombres debemos vivir en fraternidad con respeto mutuo a las libertades legítimas y defensa y obediencia a los derechos humanos y divinos. 

La Iglesia es también la gran familia de los hijos de Dios a la que pertenecemos los bautizados en la fe de Cristo, y a la que pertenecen también todos los creyentes de todas las religiones, de una manera o de otra, y todos los hombres del mundo. 

Todos juntos debemos amarnos como hermanos y comprendernos, no en el sentido de que nosotros, por ser buenos y virtuosos, tenemos que comprender solamente a los demás que tienen defectos o pecados, y pedir a Dios fuerzas para ejercitar esa comprensión, en cierto sentido, soberbia y no caritativa, sino sabiendo que nosotros también somos objeto de la comprensión para los demás. 

Todos sufrimos y necesitamos la comprensión, unos más y otros menos, de una o de otra manera; unos porque debemos aguantar los defectos de los otros; y los otros porque tienen que sufrir los defectos, carácter o virtudes de los unos. También tenemos que comprender todos a Dios, porque tenemos que aceptar por fe los designios de Dios, que nos hacen sufrir.

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