Podemos decir que hoy es la fiesta de todos
los españoles, porque como el Papa dijo en una su visita a nuestra Patria, el
año 1982, España es tierra de María.
En la oración colecta de la misa de hoy, que
en nombre de la Comunidad Cristiana he elevado al Padre, he pedido para cada
uno de nosotros tres gracias importantes: fortaleza
en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Es decir,
pedimos a nuestra Madre nos conceda las tres virtudes teologales que son
necesarias para vivir una vida cristiana. Las tres existen unidas entre sí, de
manera inseparable y complementaria, aunque una puede estar más crecida que las
otras dos en el alma. Si alguien tiene fe y no esperanza, realmente no tiene la
virtud de la fe teológica, sino fiducia, que es fe o sugestión de que algo va a
suceder. Y si tiene esperanza sin fe,
confía humanamente en alguien o en algo, pero no espera por los méritos
de Jesucristo la salvación eterna, que es el objeto de esta virtud. Y si ama
sin tener fe, ama humanamente, es la virtud antropológica del amor al hombre
por el hombre, y no por Dios, sin ninguna relación con Él y sin esperar nada de
Él. Los ateos también tienen fe humana, esperanza humana y amor humano. En
cambio los católicos, porque tenemos fe y creemos en Él, todo lo esperamos de
Él y amamos a los hombres, incluso a nosotros mismos y amamos todas las cosas
en Él y por Él.
La primera gracia es fundamental porque sin fe nadie puede merecer ni salvarse. Gracias a Dios todos tenemos fe, pero necesitamos la fortaleza para afrontar todos los obstáculos de la vida.
Dejamos este tema sin desarrollar, y fijemos nuestra atención en la frase VIRGEN DEL PILAR.
La expresión Virgen del Pilar comprende dos conceptos importantes que merece la pena comentar: virgen y pilar, que son como dos apellidos que definen el bello nombre sustantivo de María, que significa mar de gracias, de gracia santificante y gracias sobreañadidas actuales, las más perfectas que se puedan concebir, en orden a cumplir su misión en la tierra de Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Madre de la Iglesia.
Virgen significa mujer que no ha roto
su integridad física por ningún motivo y en sentido místico mujer que, además,
quiere guardar virginidad en el corazón, es decir virgen en el cuerpo y en el
alma.
Según una tradición antiquísima, María debió hacer desde su niñez voto de virginidad, por inspiración del Espíritu Santo, como parece deducirse del anuncio del ángel a Nuestra Señora, en el que, de parte de Dios, le propuso ser Madre del Mesías, y Ella expuso la seria dificultad que tenía de permanecer virgen: “¿Cómo puede ser eso, si no conozco varón? Dios dispuso que María, Madre de todos los hombres, fuera las dos cosas, a la vez, Virgen y Madre virgen. Por tanto, María es modelo de las vírgenes y modelo de las Madres, y modelo de los que se consagran a Dios en pureza o virginidad. En efecto, María es modelo de la mujer que quiere ser madre y no llega serlo por las circunstancias sociales de la vida; modelo también de la mujer que puede ser madre y renuncia a serlo por consagrar su vida al servicio de Dios en la Iglesia y modelo de los que se consagran a Dios en pureza o virginidad.
Pilar significa en sentido arquitectónico especie de pilastra que sostiene un edificio. Esta metáfora puede muy bien aplicarse a María porque Ella es en la Iglesia como el Pilar o fundamento de Cristo, en el sentido de que fue su Madre, y por consiguiente Madre de la Iglesia, que es el Cuerpo místico de Cristo. El fundamento o pilar es el principio de consistencia en la edificación. Si no hay pilar no existe seguridad en la edificación. De manera parecida, en la actual providencia divina de la Redención, si no hubiera existido María, no habría existido Cristo. Entonces porque Cristo es Hijo de María, nosotros somos hijos de Dios y de María.
También la analogía de pilar puede aplicarse a María en cuanto que Ella, por ser
Inmaculada o concebida sin pecado original en plenitud de gracia, es el
fundamento o pilar de todas las gracias que de Dios podemos recibir. Nuestras
virtudes se fundamentan en María.
Cada
uno de nosotros, que somos hijos de María, porque somos hijos de Dios, acudamos
a la Virgen del Pilar a pedirle la virtud de la pureza conyugal o la vivencia
de la perfecta virginidad en el estado en el que el Señor ha querido concedernos
y pedirle también que sea para todos nosotros el fundamento o el pilare nuestra
vida de gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario